6.10.11

murga y puesía

Los Habitués, si en algo creen, es en los poetas. La poesía duele.
Y quema: con eso ya alcanza para ganarse, por lo menos, nuestros
respetos, ya que, como ocurre con todos los asuntos delicados,
se necesita de un corazón taura y valiente,  y un alma extensa...

Usté lo conoce a Ramiro Moscato, ¿verdad? Si nos vino a ver alguna vez de seguro que lo conoce: el quía que tira los papelitos mientras recita... Sí, el del peinado futurista. Bien, ese.
Resulta entonces que este muchacho, habitué de la más pura cepa, es un poco algo así como una especie de bardo un cacho atorrante y lírico... El poeta de la barra, digamos. Y la cuestión viene a ser que no es que el chabón se haga el loco, o se quiera hacer el langa, sino que el tipo lo lleva en la sangre, porque resulta que es hijo de otro poeta, pero en este caso de verdad verdadera, poeta posta, chiche bombón y bien bacán, pata 'e lana de las mismísimas Melpómene, Erato y Calíope, musas que además de estar buenísimas parece ser que le susurran al oído inspiradísimos versos, fetén fetén.

Decía entonces que Moscato, hiju'e tigre, es nada más ni nada menos que el hijo de don Rafael Vásquez, poeta de la san p...iiiiii, entrañable amigo de esta patota rante, compañero de la tinta y de la pluma, de la birome y la servilleta. Y como don Rafael se apresta a presentar un nuevo libro de poemas de su autoría —el miércoles que viene ahí por Almagro— su chiquilín y sus amigos habitués se preparan de corazón, cómo no, para al cierre sonarle la festichola canturreando algún tanguito, algún murgón.

Ahora bien, por qué siendo padre e hijo, se preguntarán ustedes, tienen apellidos diferentes es un misterio que escapa a mis actuales conocimientos... (Vásquez de seguro es el nombre artístico, me dicen acá). En fin, ahí nomás les va la informeta del asunto:


¿Ta bien? ¿Alguna duda? ¿Ta todo claro? Se vemo' ahí, entonces... Que vivan las lapiceras y los papeles en blanco...
¡Salú, poeta!

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