16.9.09

lápices de colores

A los Habitués no se nos da, no nos sale, de saludar ni a los mártires, ni a los héroes. Ya tendrán ellos sus altares, sus estatuas de bronce.

Preferimos quizás tomar un mate, llamarnos a silencio, y conversar. Sin palabras, claro, e imaginar. La sonrisa, las palabras de una niña, una piba, que estudiaba Bellas Artes (¿qué cuadro soñaba con pintar?).

¿Qué veían sus ojos de niña pintora? ¿Qué paisajes, qué rostros? ¿Qué miserias, qué sufrimientos? ¿Qué patria soñaba con crear?




María Claudia Falcone estudiaba Bellas Artes y era militante de la U.E.S., aquella Unión de Estudiantes Secundarios. Quizás sí, quizás no, se sabía, se sentía peronista, o socialista, o las dos cosas. Quizás era, o quería ser, combatiente; montonera.

Quien esto escribe tiene un poco más del doble de años de los que tenía María Claudia cuando estos mierdas se la llevaron. Hacía exactamente un mes había cumplido 16 años. Alguien (sabemos quién, quiénes) decidió que había que hacerla "desaparecer". A esta niña, a esta piba, pintora y militante de la U.E.S.

Seguramente lloró y tuvo miedo, y eso... Seguramente no entendió lo que le estaba pasando, o por ahí sí entendió. Entendía. Que los sueños grandes, los cuadros hermosos, las vidas enteras cuestan tristeza y dolor y a veces, sí, cuestan la vida... Aún, terriblemente aún (el horror indecible, el crimen más cobarde, la miseria más honda de las bestias), las de las niñas pintoras de 16 años.

Los Habitués hoy, la verdá, quisieran poder abrazarla a María Claudia, y mirarse en sus ojos de niña pintora, cantarle una canción de cuna, o su canción preferida, regalarle  unas flores o un vestido. Y escucharla contar sus sueños. Y cuidarla. Carajo, compañerita...

María Claudia, María Clara Ciocchini, Claudio De Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero, Horacio Ungaro. Los lápices que siguen pintando de colores nuestro recuerdo. Y el futuro.


salú...

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