28.8.09

medios de por medio

Hace rato que los Habitués no prenden la tele. Primero, porque no tienen, las han ido perdiendo y/o vendiendo en turbios trueques nocturnos, total, pa’ lo que hay que ver... Y segundo, porque les da vergüenza. Cuando les toca en (mala) suerte algún bar con televisor (¿a quién se le habrá ocurrido semejante genialidad, eh?, ¿quién fue el imbécil?) y no les queda otra que fumarse un par de horas de transmisiones varias, les empieza a doler el estómago, sudan frío, presienten la llegada de furibundos ataques de pánico, lloran, llaman al SAME, se estremecen de indignación y, como dije antes, de vergüenza. Ajena y propia. Y mientras pergeñan con cautela algún módico atentado para silenciar al monstruo ese cuadrado del rincón superior derecho del bar que no para de emitir sonidos y colores, para poder conversar en paz, se lanzan a debatir cómo es que llegamos a detentar semejante nivel cultural, digno de los países más adelantados en la carrera mundial en pos de ser cada vez más forros y pelotudos, y huecos, y berretas, marionetas de los deseos y conveniencias de otros (en general, los dueños de casi todas las cosas), y etcétera, etcétera, etcétera.

Por suerte, a altas horas, cansados, extenuados, de contarse los piojos, de lavar trapos sucios, de pasar el dedo por los estantes y mirar debajo de las alfombras, siempre llegan a la misma conclusión: no es verdad, no somos así, los habitantes de esta parte del culo del mundo que hemos dado en llamarnos argentinos no somos esta porquería que, porque no hay otra cosa para ver, nos obligan a creer que somos. “A la gente le gusta”. ¿Perdón?, no entendí bien, me repite la pregunta…

Porfiados, incorrectos, quilomberos, se van a dormir y tienen dulces sueños: sueñan que un día prenden la tele y, ¡oh, sorpresa!, no están ni la idiota de Susana, ni la gran hijademilputa de Mirtha ni el imbécil (¡qué va a ser imbécil el turro éste!) de Marcelo y todos sus siniestros secuaces. Ni la pobre Moria, ni el facho de Gerardo, ¡ni Mariano (para éste no hay apelativo que alcance)!, ni tanto culo divino de gato VIP y bailarín, y nunca más Gran Hermano, ni NINGÚN programa de chimentos, ni el noticiero de “la gente (como uno)”, ni…, ni… la lista es larga y frondosa, me pasaría todo el día escribiendo…

¿Utopía?

Hoy se presentó en el Congreso un proyecto de ley sobre medios audiovisuales. Los Habitués, siempre un poco distraídos, espíritus voladores, no están muy al tanto de los pormenores del caso, pero creen que si no es ésta la mejor, será, debe haber, otra, u otras, que la mejoren, y brindan por eso. Porque se discuta, y se pelee. Husmean la batalla (¡má qué “diálogo” ni qué ocho cuartos!), y están contentos.

Crear, pensarnos, mirarnos, escuchar en vivo y en directo nuestras hermosas voces, tocarnos las manos, mirarnos a los ojos. Mostrarnos a nosotros mismos quiénes somos, y saber que somos mejores, que podemos serlo, que todavía y aunque parezca no nos han vencido si todavía en algún barrio hay manos que se tienden y se entienden con otras, manos iguales, manos de iguales, las manos, las voces, las palabras del pueblo que somos y que queremos ser. Encontrar el medio, los medios, para encontrarnos. Para, otra vez, volver a vernos.

Sin Ernestina de Noble, ni ningún otro garca, de por medio.

No es poco.

Usted dirá.

¡Salú!

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