9.1.10

El violento oficio de vivir

Rodolfo Walsh, descendiente de irlandeses. 9 de enero de 1927. Río Negro. Choele-Choel.

"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información.", decían en el encabezado las gacetillas de prensa clandestina que circulaban de mano en mano ya en épocas de dictadura.

En el cuento "Esa mujer", magistral y oscuro, Rodolfo Walsh escribe: Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra. 

Curiosa toma de posición, curioso deseo, el del intelectual que añora y anhela que algún "viento del pueblo" lo despeine y lo lleve. Rodolfo Walsh se dejó llevar, lejos, tan lejos. La incógnita que atraviesa terrible el cuento, detiene el tiempo y corta la respiración hace rato fue develada: se sabe dónde escondieron los "fusiladores" el cuerpo de "esa mujer", Eva Duarte, Evita. Pero, curiosa paradoja: ¿Y Rodolfo Walsh, Almirante? ¿Dónde está el cuerpo de Rodolfo Walsh?

Rodolfo Walsh fue escritor y periodista. Si por desconocimiento o por fiaca no se lo ha leído, hágase el esfuerzo que vale la pena: "Variaciones en rojo", "Operación Masacre" sobre los fusilamientos de militantes peronistas en José León Suárez en 1956, "Los oficios terrestres", ¿Quién mató a Rosendo?", "Cuento para tahúres y otros relatos policiales", entre otros.


Palabras: la obra de un escritor argentino, enorme, que decidió ser consecuente y quiso jugarse entero en alguna patriada. Y hechos. Después, o antes, o primero, eligió pensarse como, y ser, un militante y un combatiente revolucionario. Murió siendo oficial montonero, a quienes no dejó de criticar desde adentro intentando superar errores, corregir el rumbo, hasta que le dieron alcance los perros de presa. Los nimios funcionarios del terror, la patota de la Escuela de Mecánica, lo cercó un 25 de marzo de hace casi treinta y tres años en una cita cantada ahí cerca de San Juan y Entre Ríos. A sus cincuenta años, él, ese hombre, murió como "Norberto Pedro Freire" combatiendo a los que lo perseguían con su pobre 22 en la mano y varios ejemplares de su "Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar" en el portafolios. "Y no se caía el hijo de puta", dicen que contaron oscuros esbirros.



Queda mucho por saber, queda mucho por juzgar. Y los que saben no hablan. ¿Dónde está Rodolfo Walsh? Los que saben, cobardes, oscuros burócratas como el coronel del cuento, del color bilioso de sus sueños brutales, pasarán a la historia sin pena y sin gloria, sin honor. Pasado el tiempo y la justicia apenas si serán apenas un vago y aterrador recuerdo. "Los salvadores de la patria", éstos, no inspiran odas épicas, salvo un coro de histéricas señoras (y algunos periodistas), cacareando plenas de odio y alzando mustios, sucios laureles. Basta verlos sentados en el banquillo, escondiendo el rostro. Basta verlos darse aires de compadrito patotero. Basta saber que son capaces de matarse entre ellos si es preciso. Pobres viejitos de mierda pidiendo arresto domiciliario. Mierda de viejitos incapaces de estar a la altura ni de sus propios fantasmas. Lamentablemente, todavía son peligrosos.


Ya lo dijimos una vez: no nos gustan los bronces ni nos convence el ejemplo heroico, falta algo ahí. Falta la estatura del hombre, tenaz, contradictorio, que entre aciertos, dudas e incertidumbres, con todos los errores a cuestas, amarga y olvidada sombra, sondea y mira el cielo, y elige el viento que lo despeine. Como los amigos, que uno quiere, admira y putea.



Rodolfo Walsh, "Esteban" o "Profesor Neurus". Ese hombre y el pequeño, enorme y total "acto de libertad", de resistencia, que fue la obra de su vida, frente a tantas dictaduras. Él, uno más de los tantos.

Los Habitués, hoy, en el día de su cumpleaños, brindan con orgullo y en su honor (nos hubiera gustado compartir alguna copa), por las cosas que usté peleó: Rodolfo Walsh, ¡salú!

De yapa, la voz de Rodolfo Walsh leyendo el capítulo 23 de "Operación Masacre":

http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article2909

Sin palabras.

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