De un tiempo a esta parte, un insistente runrún se ha ido instalando en las esquinas del rioba, en las mesas de café, en las tribunas del estadio... Estos rumores —de origen indefinido, por cierto— han ido generando e instalando una suerte de desazón, un aire de desvelo, una inquietú: una ex-pec-ta-ti-va, digamos, que tiene en vilo y a mal traer a la purretada carnavalera. Rumores y más rumores: ¿vuelven Los Habitués?
—¿Cómo que vuelven?, ¿y cuándo —o adónde— se habían ido...? —preguntan algunos despistados.
—¿Que vuelven quiénes? — preguntan otros, aún más despistados que los anteriores, y, la verdad sea dicha, buena parte de la juventú que lógicamente no tiene ni remota idea de quién corno le están hablando.
Hasta acá, podríamos hablar, sí, de la imprecisa constatación de una ausencia, y, quizás también, de una promesa. Lo otro que se puede destacar, es que de esa ausencia, casi nadie se había dado cuenta.
No obstante, entre la gente más avispada y que pareciera estar en el ajo, las versiones e hipótesis abundan, a cuál más descabellada. A saber:
Unos sostienen que Los habitués, percatados de la profundización del derrotero derechoso-liberal que habría de tomar el ispa, se tomaron el piro en una especie de autoexilio forzoso, no sea cosa, y para evitarse el trago amargo.
Otros, que el "exilio" es profesional, y que después de mucho reflexionar, decidieron sincerarse y, por el bien de la Humanidá, dejar de cantar.
Los más dramáticos, sospechan que habrían pasado a una especie de clandestinidad preparatoria de andá a saber qué idea delirante, sin acertar a entrever ni explicarse para qué corno, pero que, conociéndolos, no le extraña.
Otros sospechan, sin haberlo pensado mucho, que esta gente, dado su prontuario y falta de ocupación conocida, de seguro están en cana.
También existe una corriente de opinión —que le gusta darse dique de científica—, que explica que, según irrefutables indicios, Los Habitués, lisa y llanamente, se habrían, sin más, extinguido. Y chaupinela.
Mientras tanto, un grupo de vejetes malaonda van diciendo por ahí que toda esta historia del runrún, de la vuelta al ruedo y la mar en coche, la echaron a rodar ellos mismos, es decir, Los Habitués, para, a falta de ideas artísticas mejores, hacerse los interesantes y hacerse invitar algún guisito, alguna grapa, en el fondín de turno.
Por supuesto, también están los que dicen que Los Habitués no existen, que nunca existieron, que son parte de una conspiración woke, que en realidad son los padres; que ser un esclavo del capitalismo financiero mundial es a lo que siempre aspiraron, que todo va de acuerdo al plan... Y que la tierra es plana, ya que estamos. Pero, gracias a Momo, a todos estos alcanza con no darles bola.
Pero bueno, qué sé yo…
¿En verdá la muchachada habrá de volver un día? ¿Se volverá a oír la suave y amorosa cadencia del tango y murga fueyserá por las callecitas del barrio? ¿Se volverán a oír versos de amor en locas murgas, en serenatas? ¿Habrá otra oportunidá para esta patota rante de volver a combatir a puro bombo con platillo y con canciones toda la fealdá, la obscenidad del privilegio, la estruendosa malicia de este mundo?
Por lo pronto, hay quienes encienden velitas de esperanza y se susurran pecho adentro: Ojalá que sea pronto, muchachxs, ojalá que sea pronto…
Ojalá.

No hay comentarios. :
Publicar un comentario