19.12.25

Avistamientos

¿Y, qué me cuenta? ¿Cómo le va con la calor? 

Siguiendo un poco la línea argumental de la crónica anterior, le voy a contar una cosa que me pasó, y después me cuenta.

Estaba yo una noche en un boliche divino de poetas y decidores al que muy gentilmente me habían invitado —de ahí por calle Castro Barros—, y ahí estaba yo tan ricamente (junto a Carcassone, que no me va a dejar mentir), y no va que de repente escucho: 

—¡Nah... No me vengas c...! Que los habitués de aquí, y que los habitués de allá, y que patatín y que patatán... Los Habitués son un mito urbano —sentí que le decía un coso a una naifa, así, por lo bajini. 

¡Se lo juro por mi vieja! Y diga que no quise darme vuelta para no armar quilombo, pero tenía como erizados los pelitos de la nuca ante tamaña y supina demostración de traicionera y, claro está, supina incredulidá..., ¡habrase visto, mecachendié! 

Esa noche —e-sa-no-che— me despedí medio de apuro y me juí pa' las casas rumiando bilis. A la mañana siguiente, me desperté sobresaltado pero con una claridá —¡sí, dígalo usté, digaló!— supina: Era la voz de la verdá la que hablaba por la boca de aquel cusifai enamorado.
 
Porque, vea: para la juventud de hoy día —para los menores de sesenta, setenta, digamos—, Los Habitués no son más que una lejana noción de épocas doradas, nocturnas, gloriosas..., y pare de contar, no hay mucho más. Hay un lonplei, dicen que se dice, y siempre hay alguno que dice que lo tiene —pero no lo muestra—, y eso es más o menos todo. 

V.O.N.D.I. (Berazategui, ca. 1952)

Por ejemplo, sin ir más lejos: La tía de la cuñada de mi prima segunda la de Caseros, dice que los vió, como teloneros de una banda de cumbia en un acto escolar en Soldati, allá por el... Bueno, el año no se acuerda, pero cuando era chica. O sea que calculando a ojo la edad de mi prima, hace por lo menos, exactamente, como un montón. 

En sentido inverso, familiar y geográfico, la prima segunda de la cuñada de mi tía la de Banfield dice que no los vió, pero que los oyó llegando de madrugada a un boliche de Quilmes. Dice que escuchó: "¡Ahí vienen Los Habitués!", y en plan beatlemanía, gente que gritaba. Si se la apura un poco, también reconoce que es verdad que pudo haber oído "ahí viene, te veo después", "pa’ mí tiene cara ‘e pez", o incluso "ahí, dale, lavate bien los pies".

En resumidas cuentas, abundan testimonios frágiles y poco confiables que dan cuenta de la existencia de esta patota rante en el imaginario popular, mas no atinan a precisar algún dato un poco más certero. 

—¡Seee... Los Habitués...! ¿Era un equipo de fútbol de la tercera, no? —le chantaron la otra tarde a Norton en un corralón. 

Por el contrario, en el ambiente murguero, en cuyo seno se dieron la mayoría de las aventuras de esta barra arrabalera y cantora, cada vez que se los menta es de rigor poner cara de entendidos y asentir muy-len-ta-men-te y en silencio —Psss... Los Habitués, claro—, mientras los murgueros se miran entre sí y de reojo por si alguno tira algún dato más específico, a ver si logran pescar de quién cornos se estaría hablando. 

El Monstruo del Lago (Parque Centenario, ca. 1947)

Un poco más allá o más acá, aquí o acullá, dicen que los vieron ayer mismo en Haedo. Dicen que los vieron hace poco en Sarandí. Dicen que se los sabe ver por el Gran Paternal guitarra al hombro, pasando raudos en bicicleta o comiendo un sánguche de parado en una esquina. Dicen que se avivan al toque si se los anda siguiendo, y al toque desaparecen en oscuros zaguanes, o se pierden zigzagueando entre los árboles de una plazoleta en penumbras. 

En fin. Cuentos de aparecidos, avistamientos, de ovnis o nahuelitos, sectas satánicas, dipgüeb... Cosas vederes, Sancho, que non crederes. 

En resumen, Los Habitués, un mito, no son. Lamentablemente, me consta: de aquí los estoy viendo —en este exacto momento me están morfando las empanadas—, y por lo que parece, por el qué dirán, por el momento, ni se inmutan. 

Con las patitas frescas en la Pelopincho, ensayan algún que otro tanguito, un rocanrol, mientras sueñan con gloriosas gestas, con retornar algún día en un famoso avión negro pa' devolverle a su amado pueblo la justicia, la dignidá, y por qué no, la alegría de vivir sin sufrimientos, que los garcas de este mundo, so pena de modernización y en nombre de la libertá, pugnan por birlarnos. 

Señor, señorita, para ir cerrando: Los Habitués… Porque… ¿Usté sabe de quién le estoy hablando, no? 

¡Ah…! ¿No?, ¿ni idea? ¿Los Habitués, tango y murga fueyserá? Una patota rante en el combate p... ¿No?, ¿tampoco? 

Mecachendié. 

¡Salú!

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