20.12.10

sortijas y calesitas

En estos tiempos ranas en lo que lo más que se les pide a los pibes, si de jugar hablamos, es el mero acto reflejo de saber utilizar el pulgar o cambiar de canal; espectadores, inmóviles consumidores, los ojos fijos en imaginaciones ajenas...

... Los Habitués siguen prefiriendo el subidón de adrenalina de los deportes extremos. Montar briosos corceles, bravíos, de espuma blanca, esquivar icebergs a todo dar al timón de un transatlántico, lanzarse al abordaje desde barcos piratas, pilotear aviones sobre selvas y desiertos inexplorados, montar elefantes, trenes pioneros, o jirafas... En síntesis:

Esta patota rante de pibes eternos, todavía copa calesitas, a puro taura corazón. Los mueve el deseo límpido y a la vez turbio, gastado, de, en una de esas, el imposible milagro: sacar la sortija que revolotea loca, ilógica, en la mano del Destino en la piel de un calesitero viejo y taimado. Los muchachos se preparan, estudian tácticas, entrenan el saltito, el manotazo y la agarrada al vuelo. Descifran en matemáticas fórmulas las posibles parábolas, las imposibles también; miden alturas, la dirección y la intensidad del viento. Analizan la posibilidad de influir en el ánimo del calesitero haciendo o no morisquetas, representando dramas que lo muevan a la compasión; estiman el valor y la eficiencia de la súplica y/o de la amenaza lisa y llana...


Porque nunca faltan los espíritus menos sutiles, que son legión, en verdad, y como no entienden demasiado de qué va la cosa proponen patotear, o coimear, al Cancerbero, guardián de la sortija, y listo el pollo, mirá qué fácil. Los Habitués sostienen que, así, no tiene gracia, y barruntan, filósofos, que el asunto es un poco más complicado.

Porque si vamos al caso la sortija no es más que un cacho de metal, bello, sindudamente, mas completamente inútil -tan solo un pagaré pa' un premio más bien prosaico y efímero, una vuelta gratarola-. La sortija no sirve para nada, piensan los Habitués, salvo... para agarrarla. Para arrancársela a la mala suerte. Para ganársela. Y ahí está la papa, la madre del borrego. En el camino a recorrer, en la hazaña.

Y de ahí es que los Habitués secretamente esperan, en vez de un modesto triunfo con ayudita, la epopeya, el gol de palomita o de chilena, sacar a bailar a la más linda... Y para eso es necesario que el punto se las ponga difícil. Por eso prefieren a los calesiteros jodidos, crueles e impasibles... Para poder gritarles en la jeta de puro atolondrado júbilo...

A no aflojar, muchachos... Porque ese día, el día en que un ángel compasivo y burlón decida darnos una mano en el revuelo, cuando después del cálculo, el manotazo y la violencia del tirón abramos la mano y esté allí, contra todo pronóstico, el preciado objeto...

Ah, Rosa, Milonguita, ese día... Ese día se reirá a carcajadas el cielo, las promesas todas se cumplirán, tanta batalla vieja tendrá su premio, serán gratuitas toda las vueltas de la vida y alguien... vos, seguramente... te dirá al oído palabras mágicas, un algo así como un para siempre... Ese día con la modesta calma que da el deber cumplido con esfuerzo los Habitués se le reirán sin burla en la cara a la Muerte, la invitarán un vino y la convidarán a hacer las paces, y le dirán, tranquilos, que ya nada, ningún mal, puede hacernos...


En la calesita aprende uno a animarse, a tentar la porción de suerte que un dios indiferente nos guardó en el casillero, y a ser valiente; a resignar pasiones accesorias y a aguantar cuando la mano viene mal barajada; a ser persistente. En definitiva, a ser (un poco) más noble. Qué tanto caprichito de niño malcriado... A ganársela, viejo, poniendo lo mejor de uno y, si no, a llorar a los malvones...

Los Habitués, se suben el próximo domingo, a cara de perro, a la Calesita de Flecha. Mañana daremos más información al respecto. Mientras tanto, y para aguantar la espera, un diamante. Campaneá:


La orquesta de Pichuco, Aníbal Troilo; las voces del Polaco Goyeneche (¡cómo cantaba el Polaco!) y Ángel Cárdenas; de Mariano Mores y Cátulo Castillo, tangazo grabado en 1958, La Calesita.



¡Faaa...! ¡¡¡Carancanfún!!! Por el deseo, y por la hazaña, ¡Salú!

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