El señor mayor no es otro que Juan Carlos Muralla, atrevido y por costumbre, que nos permitió el lujo y el honor de invitarlo a dar cátedra de murga porteña (y de otras cosas también) en escena el otro día en Vinilo; y el purrete cachetón, no es otro que el gran Vicentito Pernod, director del coro habitué y a la sazón primer hijo de nuestro querido "Francés". Los demás, bueno, los atorrantes de siempre, que, eso sí, no paran de aprender...
¿Qué quiere que le diga? Pa' mí, pocas imágenes más ilustrativas de la batalla de la vida que en la vida y sin querer nos dimos a dar. Tres generaciones, casi cuatro, tal vez, transmitiéndose palabras y emociones, formas, cadencias, respetos y amores, saberse uno en los otros, saberse igual siendo distintos. Palabras y músicas que cuidan y acunan, que protegen y que anuncian... Que no hay daño posible y que no hay mal que por bien no venga si hay un pueblo, y en él un abuelo y un nieto, que se hablan y se escuchan, y se cantan, y se miran, y con el gesto, el cuore y la risa, cómplices, se entienden, se reconocen, y ese reconocerse es una caricia calientita de futuro...
Mecachendié... La cultura, popular, ni más, ni menos...
Gracias al gran Muralla (y a la querida Stellita Díaz, ¡otra grande del Carnaval!), a don Vicente especialmente, a José, "el Hombre-Montaña", por las fotos, a nosotros mismos, por ser como somos, y a la vida, claro está, que nos da de más y no hay pa'l vuelto.
¡Salú, murguer@s!
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