Parece ser, según me dicen algunos testigos directos del hecho, que los muchachos con varias copas de más a cuestas, felices y dicharacheros, decidieron impedir el cierre del mencionado establecimiento trabando las persianas con sillas porque los señoritos querían seguir cantándose unos tangos al mismo tiempo que aducían que no tienen lugar para ensayar. ¡Sí a la ley de mecenazgo, ortiba!, gritaban. La cosa se terminó de complicar cuando Cynar le espetó al dueño ¿Por qué en vez de cerrar no traés a tu jermu que le cantamo' una serenata, le cantamo'? La cosa, claro, terminó en la comisaría más cercana con diez Habitués detenidos y uno prófugo.
El que aquí escribe no estaba esa noche (o sí estaba, no me acuerdo, es posible que estuviera y que el prófugo sea yo, realmente no me consta. Recuerdo vagamente haber jugado a la escondi en un zaguán oscuro, un perro blanco con corbata, la cartera de Armando y un bondi que iba para otra parte). En todo caso hube de apersonarme posteriormente con un abogado (en realidad, con un actor que se hace pasar muy bien por abogado) para lograr la libertad de los reos recurriendo al sencillísimo trámite de caer con dos pizzas (los muchachos éstos de azul son locos por la pizza) y, claro está, de abonar una jugosa cometa (que también son locos de esto último).
En fin, el resultado de la jornada, quedó grabado para la posteridá, y lo compartimos con ustedes (la pared de fondo, después de volver locos a los tiras, dele, oficial, qué te cuesta, la confeccionaron ellos mismos con los corchos que portaban en los bolsillos):
Cosa seria estos Habitués... y a mucha honra, si de andar felices y haciendo un poco de desbarajuste se trata.
¡Salute!
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