Hacía bastante tiempo que desde el coso éste no le entrábamos a los homenajes a los amigos queridos. Para remediar esta desatención bien podemos arrancar hoy. Porque hoy, 27 de septiembre, se cumplen diez años de la partida del Cuchi. Y mirá vo', pasado mañana, el 29, sería su cumpleaños número 93.
Voy a empezar diciendo que el que aquí escribe, cultor fanático del rocanrol tangomurguero, bicho urbano por donde se lo mire, cree, y sobre todo siente, que hay pocas cosas más profundas, más bellas, más demoledoras, que la zamba nuestra. Porque cree que los momentos más profundamente extensos que le han tocado vivir de un tiempo a esta parte, vasito de vino en mano o galanteando a duras penas pañuelo al aire, tienen esa poesía y esa música de fondo. Así que me tomo la licencia de hacer una humilde recomendación: Váyase, si puede, a Tucumán, a Santiago, a Catamarca, a Salta, a Jujuy y, si puede (sí, usted, porteño bruto, cabeza de tacho), llámese a silencio. Si lo logra, después escuche. Nada más, escuche... Cuando esté por fin bien empapado de silencio, se busca un guitarrero amigo y le pide una del Cuchi...
Gustavo 'el Cuchi' Leguizamón, por si alguno no lo conoce, era salteño y músico desde mucho antes de nacer. Por esas cosas de la vida se hizo abogado y, por esas cosas de la vida, gracia' dio', se arrepintió (en sus propias palabras: de la 'vergüenza de lucrar con la discordia humana'). Además, y casi como al pasar, mire, es el autor de las músicas más… táqueloparió, imposible “describir” la música del Cuchi... De la música más... de las zambas más... de... A ver, anote, busque y escuche, y después me cuenta: Si llega a ser tucumana, la Zamba del Carnaval, Bajo el azote del sol, Zamba de la viuda, Cantora de Yala, la Zamba de los Mineros, la chacarera Juan del Monte, Zamba del laurel, El silbador, Juan Panadero, Maturana, La Pomeña, Carnavalito del duende, Lavanderas de Río Chico... ¡Aaaaaahhhhhh!
Al Cuchi no hay con qué darle y, cosa no muy común, lo quieren todos, modernos y tradicionalistas. Quizás porque mucha música del mundo alimentó la música que, él sabía, no era suya. Porque el Cuchi, salteño enamorado de su tierra, sabía de lo que hablaba, la arcilla con la que moldeaba sus melodías más hermosas... Su pueblo, al que respetaba y amaba y con el que, como corresponde, solía emborracharse, y de donde extraía sus notas más profundas.
Al Cuchi se lo piensa como un innovador. Y digo yo, no hay innovación en lo que es lo que es, genuina y sencilla flor, expresión cultural, musical, de un lugar y de un pueblo. Toda música lleva la música del mundo (y todos los silencios) en su raíz, sólo hay que develarla. Justamente, lo que supo hacer el Cuchi, que tenía la zamba metida en la sangre, tatuada en el ADN, junto con la cadencia, la métrica, el tempo del lenguaje de su gente oscura, su poética y su religiosidad, su apasionado amor por el vino; y todo eso mezclado con gotas de jazz, de bossa nova y, sí, la mar en coche...
Porque, la verdá, me gustaría decir esto: La armonía más locamente elaborada, la copla más sencilla, sepan, muchachos, son la misma cosa. Música popular, de la que se canta y baila en los patios y se silba en los ranchos, la que calienta la sangre y emociona y hace brillar los ojos y el deseo, la que nos dice. Lo demás, junto a mi equipo HI-FI, son paparruchadas. El Cuchi es el mejor ejemplo.
Y casi de refilón va otro homenaje infaltable, para el compañero inseparable. Ya hablé de las conjunciones perfectas, donde el todo es muuuuuucho más que la suma de las partes. Los Beatles son un ejemplo, Serú Girán, quizás otro, Troilo y Grela, el Canario Luna y Jaime Roos en Brindis por Pierrot, Gardel y Le Pera. Y el Cuchi y Castilla. Porque la increíble belleza de la música del Cuchi termina de soltar amarras y volar de lo más hondo a lo más alto y viceversa llenita de nosotros por estar atada, zurcida como está a las inseparables palabras, la poesía del Barba Manuel Castilla. Relojeá esta zamba en la voz de la Negra y del tucumano Alberto Rojo, que es una mis preferidas, e injustamente creo yo, de las menos conocidas:
Zamba de Argamonte
La noche que ande Argamonte Tiene que ser noche negra Por si lo vienen siguiendo Y le brillan las espuelas
Argamonte por el monte Pasa despacio a caballo Los lazos de su memoria Al aire van cuatrereando
El gaucho que ande escapando No desensille No vaya que andando el vino Me lo acuchillen
Cuando Argamonte se acuerda Que anduvo por esos chacos La luna le pone encima La sombra del contrabando
Y si canta una baguala A orillas del Pilcomayo El agua se lleva un toro Cuando lo están despenando
Y ya que estamos, dositas más. Una versión casi instrumental de la Zamba de la Viuda de aquellos MPA, Músicos Populares Argentinos, de allá por el ochenta y pico (otra selección de la hostia, fijate: el Chango Farías Gómez, Peteco Carabajal, el enorme Jacinto Piedra, que es el que canta, el Mono Izarrualde y, cómo no, Verónica Condomí, jovencísima). Y después la hermosa Bajo el azote del sol, del Cuchi y Antonio Nella Castro:
Y si tienen un cacho más de tiempo, busquensé algún video del Cuchi en el que aparezca conversando, y me dice si no se sorprende. Ya no se ven tipos de estos, tan formados, tan pero tan, y perdonemé, inteligentes (compárese, con Majul, por ejemplo y... ¡No llore, che, hombre grande...!).
Querido Cuchi Leguizamón, hermano del alma, los Habitués no lo olvidan y se lo llevan escondido, cual duende dientón, sombrero aludo, en las guitarras. Un abrazo al Barba, al Chileno Maturana, y si la ve, nos la saluda, de nuestra parte, a la Eulogia Tapia, y a todos los cantores populares, anónimos, que han sido y serán. ¡Salú, troesma! Y gracias.
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