24.5.11

se acabó lo que se daba

Muy bien, así es la cosa: las condiciones objetivas están dadas, las subjetivas también, así que, señores, señoritas, sepanlón, a partir de este momento los Habitués se declaran en pie de guerra. No porque tengamos ganas —semo' más bien pacifistas— pero a veces la Historia, así, con mayúsculas, te sacude un cross de derecha, literalmente, vea, en este caso; un patadón de esos que te tiran de la catrera en la que uno pretende pasar sus días y que volando te sienta de tujes en la trinchera, y ya no queda otra que cachar la gomera y a aguantar a pie firme la pelusa, la llovizna de pipiolos y los cascotes que pretenden romperte el marulo y/o la croqueta. Así que es ahora o nunca, compañeros. Definidos los candidatos en nuestro Querido y Gran Buenos Aires, la oportunidá se las trae y por eso nos convoca.

Y por qué, se preguntará usted, esta actitud beligerante de la barra ahora, tan gentil ella siempre, tan buenaza, ¿eh? Bueno, pues bien: porque habiendo sopesado con-ci-en-zu-da-men-te los pros y los contras, hemos decidido que nos gustan bastante más los contras que los pros, porque nos dimos cuenta que estamos hartos e indignados, enfermos de espanto, con una molestia en el hígado que el tordo dice que es vergüenza ajena, culpa de estos pros que, ahora, mirá vo', llenan de sombrillas la ciudad.

Y mire que el amarillo es un color que nos gusta bastante, pero no hay caso, che, se nos viene haciendo cuesta arriba de un tiempo a esta parte, casi al punto de hacérsenos intragable. Razón por la cual creemos que ya está bien, que aunque nunca estuvo bueno Buenos Aires hicimos la experiencia de votar a un papanatas —¡yo no lo voté!, me gritan de acá atrás—, anduvimo' en bicicleta, muy lindo y muy rico todo, la UCEP, las escuchas, el Fino, la bestezuela del hermano de Caín, la buena de la Gabi, el vuelo intelectual de Ladríguez Berreta, todo muy bien, civilizado y democrático —fue tan lindo y emocionante ver como nos tirábamos piedras entre nosotros—, un ejemplo de lucidez y eficiencia, y, por qué no, todo sazonado con una cuota de frivolidad, humor y estupidez —con la del bigote te pasaste, ¡capo! ¿Y la de cuin?— de lo más simpática.


Así que, Mauri, my dear, de corazón y con cariño, ya no sos bienvenido, y los Habitués te invitamos a retirarte para siempre de nuestras porteñas vidas el próximo mes de julio, que ya va siendo hora de empezar a hablar un poco en serio. En fin...

En síntesis: Valientes caballeros —otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante; vuelvo al camino con mi adarga al brazo...—, señoritas de armas tomar, a partir de este momento el coso éste se pone a disposición de todos aquellos que quieran sumarse a la patriada de batir al team amarillo en las próximas elecciones, de este lado de la General Paz, y en la patria toda. Se aceptan adhesiones.

¡Salú!

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