15.1.11

fiaca y convite

Hace calor. Y cuando hace calor... bueno, eso, hace calor. Y el habitué, tirado en la catrera -cuando hace calor-, básicamente, desiste. Desiste de realizar ningún movimiento que no sea estrictamente necesario, en general relacionado directamente con su propia supervivencia; razón por la cual, su nivel de actividad se reduce notoriamente hasta alcanzar un promedio similar al de la marmota cuando hiberna, únicamente alterado por brevísimas incursiones para calentar el agua pa'l mate, o comprar puchos, por ejemplo.

Catrera, mate y puchos a la mano, un limón, ventilador arriba de una silla, la radio prendida... Y el habitué, presa de extraños insomnios mentales, aburrido como Landriscina en una convención de sordomudos, piensa. Quizás, como a un tal Horacio, por ahí se le da por enderezar clavos a martillazos. O no. Pero sobre todo piensa, piensa, piensa... Y piensa que las vacaciones son, por un lado, benéficas, porque ayudan a restaurar a pura fiaca y aunque sea un poco el cachuso estado en que ha quedado la estantería de la mente y el alma después de yugarla todo un año -cabe mencionar aquí el desinteresado aporte de jefes, de gobierno y de oficina, vecinos intolerantes, los policías mentales y de los otros, el precio del alquiler y los caños que irremediablemente se tapan, algunos colectiveros, el estado del bolsillo, la cola del Pago Fácil, etc.-. Pero una cosa es descansar del laburo ése que uno odia concienzudamente y otra, "descansar" a la fuerza de tareas gratas y enllenadoras, como ser cantar o tomarse un vino con los atorrantes que son amigos de uno.

(Norman Briski en la célebre película La Fiaca, de 1969)
Porque el habitué cuando no canta, básicamente, se encula. Y, lentamente, en la medida que la inacción se extiende en el tiempo, se convierte. Al Islam o al budismo, quizás, pa' ver qué onda, pero sobre todo es como que se va transformando en un extraño ermitaño que no se afeita ni responde los buenos días, le ladra a la jermu, putea a los telemárqueters y a los Testigos de Jehová, y comienza a pergeniar intrincados planes de sabotaje y venganza contra el turismo internacional que todo lo inunda con extrañas jerigonzas...

Ya se va a acabar, muchachos, la melancolía. En unos quince días nomás, porque... Como la calma que precede al temporal, como todo lo que nace y florece, se necesita de un período de aparente inactividad pa' prepararse y juntar fuerza, pa' acumular deseo y ansiedá de la buena.

No diré más. Sólo que en este momento los Habitués piensan, piensan, piensan... Y, entre otras cosas, piensan cómo van a armar el equipo este año que ya se vino. Y piensan que este año el tango y murga fueyserá, candombero y milonguero, rocanrolero y cumbianchín, explota. Y quieren que explote en guitarras, bandoneón o acordeón, ¿violines?... Y cantores. Los Habitués, para extender su influencia por el Orbe todo, buscan apóstoles-cantores, compañeros entrañables de la fainá y el acorde, convencidos militantes del vasito de novi y la ilusión... De la música y de la fiesta... En fin, habitués como dios Momo, y Carlitos, mandan.

¡Salute, che! 

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