5.1.11

candombe de reyes (2)

Como para continuar con las reflexiones que veníamos entretejiendo en la crónica anterior, diré que, de todos modos, en ningún caso hay pruebas concretas sobre la inexistencia de los Reyes. Ninguno de estos cachafaces que no creen ha cachado a sus padres in fraganti -y muchísimo menos a los míos, que conste en actas-, sino que sostienen lo que sostienen porque se lo han dicho... ¿Quién? ¡¡¡Sus propios padres!!! ¡Ahijuna con la lobuna!, ¡te agarré, sotreta! Ahí está la clave del asunto, que expondré de la siguiente manera:

Los padres eternamente pugnan por ganar y/o sostener el amor de sus pequeñuelos, pues para eso están en este mundo (para ser magnánimo diré que para algunas otras cosas más también). Pero entre las cosas importantes, para, por lo menos, ser queridos por sus hijos. Mientras los pibes son chicos no hay problema, porque carecen todavía de otros puntos de referencia. Entonces, en esos felices años, el padre de uno es poco menos que Súperman.
Mas cuando, inevitablemente, los niños comienzan a abrirse al mundo, a tener más amigos, a conocer a otros padres, quizás más buenos o simpáticos que el que tiene uno... ese amor incondicional comienza a resquebrajarse y... ¿Qué hacen los padres al notar que su cachorro ya no los mira con admiración y enjundia? ¿Eh? Temen, temen, temen y se angustian, al punto de apelar a una bajeza inconcebible: celosos del amor que los niños profesan a los Reyes, lo más de lo más, deciden aprovecharse de él para sus interesados fines, y les dicen a sus niños que quien les regaló esa magnífica bicicleta verde con rueditas y bocina amarilla y roja fueron ellos. ¡Ellos! ¡¡¡Ellos!!! ¡Usurpadores, por temor, de mágicas coronas! No me haga reír, hágame el favor... El mundo está lleno de incrédulos que se creen cualquier cosa...


Por supuesto, no todos los padres son iguales, pero basta con que uno solo no resista y abra la boca para que el asunto se convierta en una cadena, un virus infame que se propaga a la hora de la siesta en la vereda o en los patios de los colegios... Pa, ¿es verdad que...? Y ahí, inoculada la sospecha, ya la cagamos. Pero, ¿cuál es el lamentable resultado de todo esto?

Que los pibes descreen. Descreen que exista gente buena y generosa en el mundo, sean magos o no, que es capaz, de pura onda, de regalar cosas; descreen en el esfuerzo, porque el regalo ése hay que ganárselo portándose bien, siendo mejor, y no aprendiendo a manipular a los pipiolos que son padres de uno; que no todo, la felicidá por lo menos, se compra con papelitos de curso legal en el yópin de la vuelta...

Qué quiere que le diga, humildemente creo que el mundo es mejor con los Reyes Magos que sin ellos... Como lo demostraremos en la crónica que sigue.

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