23.12.10

noche de paaaaz, noche de amooooor

A esta altura del partido casi todo el mundo sabe, o sospecha, que el Barba, o sea, Dios, no existe. Si alguno todavía no lo sabe ni lo sospecha es quizás más bien por fiaca, o por estar más ocupado en otras cosas... Pero un cacho más allá de esta, digamos, certeza, no hay demasiado más para decir si, al fin de cuentas, sólo se trata de creer. Creer. Y digo yo, no está tan mal creer en algo. Y no está tan mal dudar, claro.

-Che, Campari, decime una cosita... ¿Dios existe?
-Más bien, papá. Ayer nos estuvimos tomando un vino en lo de Arsenio, ahí en Liniers.

Ah, entonces existe. Si Campari dice que existe, ¿cómo no va a existir? Digo, pa' que se entienda, Dios existe en tanto alguien crea en él. Y no está tan mal, decía, creer en algo que no es uno, que es distinto de uno y que, quizás, sea mejor que uno.

Porque... ¿quién es Dios? O mejor dicho: ¿Qué es, Dios?

Me animo a arriesgar que Dios es una respuesta a terribles preguntas. Porque, digo, está claro que Dios no creo al Hombre -y a la mujer, gracias a Dios- sino al revés: Dios, ese algo que el Hombre llamó Dios, es, por sobre todas las cosas una idea, y un ideal. Y como idea, déjeme que le diga, creo que no es tan mala, digo... Por supuesto, en el medio está el negocio y el interés de los rufianes con pollera y la cucuzita pelada que se postulan como intermediarios, pero ese es otro tema. Por mi parte barrunto que es poco creíble que Dios ande repartiendo credenciales como si se tratara de inspectores de la AFIP o de cualquier repartición pública...

Dentro de algún tiempito, algunos cientos, quizás miles de años, la idea tendrá otro, u otros nombres, pero seguirá siendo la misma cosa. La necesidad de creer que hay, que existe, un orden y un sentido -aunque en definitiva no lo haya-, y una regla, una ética válida para todos. En el que amarse los unos a los otros, o a las otras, sea... la orgía nuestra de cada día.


Todas estas reflexiones de morondanga vienen a cuento porque mañana festejamos en esta parte del mundo el nacimiento de -real o no- un buen tipo. Y está bueno eso, recordar y homenajear a los buenos tipos, sean hijos de Dios o no.

Después el gordo cocacolero ese de mejillas sonrosadas que viene abrigado de coloráu -¡en pleno verano!- que hace tiempo copó el asunto, bien puede mandarse a mudar, que por aquí lo queremos poco. O mejor dicho, lo aguantamos por conveniencia, que a caballo regalado -o calzoncillo, o par de medias- no se le miran los dientes... Pero, ya vas a ver, gordo imperialista, ya vamos a encontrar a un gordito regalón de por estos pagos...

El que esto escribe gusta de pensar en Él, y, en consecuencia, a veces lo deja existir, y a veces no. El problema toda vez que conversan, sospecha el que escribe, o sea yo, es que Él, Dios, a veces mirando este mundo feo deja de creer y cree y dice que Dios no existe... En fin... En esos casos le ofrezco un vino y se le pasa, y me perdona que no crea en él, si total, a él que le importa...

¡Feliz cumpleaños, Flaco! Y toda la felicidá posible pa' tutti il mondo. En síntesis, ¡feliz Navidá, hermanos! ¡Salú!

De regalo, una yapa de, casi, religiosa obligatoriedad:

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