27.9.10

por qué te roban, Eulogia, carnavaleando

Hacía bastante tiempo que desde el coso éste no le entrábamos a los homenajes a los amigos queridos. Para remediar esta desatención bien podemos arrancar hoy. Porque hoy, 27 de septiembre, se cumplen diez años de la partida del Cuchi. Y mirá vo', pasado mañana, el 29, sería su cumpleaños número 93.

Voy a empezar diciendo que el que aquí escribe, cultor fanático del rocanrol tangomurguero, bicho urbano por donde se lo mire, cree, y sobre todo siente, que hay pocas cosas más profundas, más bellas, más demoledoras, que la zamba nuestra. Porque cree que los momentos más profundamente extensos que le han tocado vivir de un tiempo a esta parte, vasito de vino en mano o galanteando a duras penas pañuelo al aire, tienen esa poesía y esa música de fondo. Así que me tomo la licencia de hacer una humilde recomendación: Váyase, si puede, a Tucumán, a Santiago, a Catamarca, a Salta, a Jujuy y, si puede (sí, usted, porteño bruto, cabeza de tacho), llámese a silencio. Si lo logra, después escuche. Nada más, escuche... Cuando esté por fin bien empapado de silencio, se busca un guitarrero amigo y le pide una del Cuchi...

Gustavo 'el Cuchi' Leguizamón, por si alguno no lo conoce, era salteño y músico desde mucho antes de nacer. Por esas cosas de la vida se hizo abogado y, por esas cosas de la vida, gracia' dio', se arrepintió (en sus propias palabras: de la 'vergüenza de lucrar con la discordia humana'). Además, y casi como al pasar, mire, es el autor de las músicas más… táqueloparió, imposible “describir” la música del Cuchi... De la música más... de las zambas más... de... A ver, anote, busque y escuche, y después me cuenta: Si llega a ser tucumana, la Zamba del Carnaval, Bajo el azote del sol, Zamba de la viuda, Cantora de Yala, la Zamba de los Mineros, la chacarera Juan del Monte, Zamba del laurel, El silbador, Juan Panadero, Maturana, La Pomeña, Carnavalito del duende, Lavanderas de Río Chico... ¡Aaaaaahhhhhh!


Al Cuchi no hay con qué darle y, cosa no muy común, lo quieren todos, modernos y tradicionalistas. Quizás porque mucha música del mundo alimentó la música que, él sabía, no era suya. Porque el Cuchi, salteño enamorado de su tierra, sabía de lo que hablaba, la arcilla con la que moldeaba sus melodías más hermosas... Su pueblo, al que respetaba y amaba y con el que, como corresponde, solía emborracharse, y de donde extraía sus notas más profundas. 

Al Cuchi se lo piensa como un innovador. Y digo yo, no hay innovación en lo que es lo que es, genuina y sencilla flor, expresión cultural, musical, de un lugar y de un pueblo. Toda música lleva la música del mundo (y todos los silencios) en su raíz, sólo hay que develarla. Justamente, lo que supo hacer el Cuchi, que tenía la zamba metida en la sangre, tatuada en el ADN, junto con la cadencia, la métrica, el tempo del lenguaje de su gente oscura, su poética y su religiosidad, su apasionado amor por el vino; y todo eso mezclado con gotas de jazz, de bossa nova y, sí, la mar en coche...

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