23.12.09

el que no llora no mama y el que no afana es un gil...



23 de diciembre del '51 y Enrique Santos Discépolo, nuestro querido Discepolín, la gran nariz del tango, se iba triste y solo. Porteño del barrio de Once y poeta, filósofo rante, actor, músico, dramaturgo..., y militante.

"Me di de corazón a un pueblo, porque los pueblos no engañan nunca y devuelven, como la tierra, un millón de flores por una semilla seca. Y mi pueblo me ha devuelto exageradamente la ternura que le di sin esperar su premio.
En el largo y penoso diálogo de mi vida, no he tenido más interlocutor que el pueblo. Siempre estuve con él... afortunadamente con él".



"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
en el quinientos seis, y en el dos mil también..."


Así es la cosa, hermano... lamentablemente, como usté supo, siguen siendo. El cambalache que usté magistralmente pintó, aquella Década Infame, fue un poroto casi al lado de las que nos tocó vivir después. Y si hubo años felices, algo así como una dignidad, en general, o más bien sin él, diría usté, nos dieron como adentro de un saco. Y así quedamos, el corazón estropeado, el alma se la vendimos no sé a quién (a una licuadora en cuotas quizás), ser morocho y pobre sigue siendo casi un crimen, el hermano anda en la vía y que se joda, a mí qué me importa, y, pusilánimes y cobardes, nos bajamos los lienzos de admiración ante el primer cagatintas traicionero, ante un empresario "exitoso", ante el primer patrón de estancia que, otra vez (como siempre, bah), la va de guapo...

Hoy, cambiamos de siglo y el paisaje, claro, es el mismo. La misma fauna, los mismos dolores, el mismo atropello a la razón... la misma falta de humanidad de los que se enriquecen a costa de la miseria universal (y de la vida en el planeta) sin que se les mueva un pelo. Mirá qué mezquino, qué poco, qué bajo, Mordisquito... Y la misma falta de coraje, no sea cosa, che... Quevachaché...

Don Enrique, poeta enorme, maestro querido y amigo, un habitué de la primera hora, claro, los Habitués lo saludan y lo abrazan y levantan la copa a su salú, primero, humilde y querendón homenaje, para brindar después con usté por otros días, los que usté soñó: nuevos, mejores.

¡Salú!



"Las ciudades grandes no tienen tiempo para mirar el cielo... el hombre de las ciudades se hace cruel. Caza mariposas de chico... de grande no. Las pisa... no las ve... no lo conmueve..." 

Por eso es que no dejamos de cantar.

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