6.7.09

la verdad de la milanesa...

Los Habitués, hombres grandes ya... o mejor dicho, varones en la flor de la edad, galanes maduros, hace rato que dejaron de tener abuela. Abuelas queridas que se han ido yendo con el siglo, con los barrios, despacito, llevándose consigo memorias de otros tiempos. De domingo y mesas largas, de gente en la vereda, de tucos espesos, madrugadores, de tíos peleados a muerte por "la política", de tangos por la radio, de "vermú", de café con leche y pan con manteca, de cucos y hombres de la bolsa (un poroto al lado de los hombres de la Bolsa de verdad, malos denserio), de changuito y feria, de sus padres y abuelos inmigrantes, canciones de la Guerra Civil española, ¡Madrid, qué bien resistes!, y esas cosas...

Los Habitués hace rato que dejaron de tener abuela, pero llevan una en el alma. Que quizás sea la que los cuida y acompaña, angelito de la guarda, distraída pero atenta, atenta y distraída, para que no hagan macanas y no se lastimen las rodillas, que les cura raspones y magulladuras del cuerpo y del corazón con esa dulzura dulce que sólo tienen las abuelas... y que ya quisiera uno tener.

Los Habitués llevan una abuela en el alma, y es esa vieja hijadeunagranputa la que no nos deja salir de casa por lo de la bendita, maldita, gripe:

-¡Pero, Lela (yo le digo "Lela", y bué...), laputamadre, me tengo que ir a cantar YA! ¡¡¡Se me hace tarde!!!
-No señor, usted esta noche no sale que está con fiebre...
-¡Ma' qué fiebre, treintisiete tengo!
-Eso es fiebre acá y en la China, mocito, y no se habla más. Aparte dijeron en la tele...
-¡AAAAHHHH, me cago en la tele, tengo que ir a cantar! Lela, por favor... hoy nomás... dale... vuelvo temprano...
-Shhhh... a ver, abra la boca... muy bien, acá tiene el tecito, y ahora derecho a la cama. Y sin chistar. ¿Te pongo los dibujitos?

En fin...

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